«Los efectos de la crisis climática son más graves de lo previsto, y dejan a la mitad de la población mundial en una situación de gran vulnerabilidad«. Las advertencias del Grupo de Trabajo del IPCC en los informes del AR6 son cada vez más severas (como puede observarse en el último, publicado el 28 de febrero), e instan a la acción inmediata y contundente.
El informe señala el camino hacia una dirección concreta: aprovechar el potencial que ofrecen los ecosistemas; protegiéndolos y haciéndolos más resilientes. Y acompañar a estas actuaciones con una mitigación taxativa del impacto contaminante de las actividades humanas. Este escenario evidencia un margen cada vez más estrecho de actuación, y en el que cobran importancia las acciones de carácter estratégico. Una de ellas está cogiendo fuerza en nuestro país en los últimos años: la rehabilitación energética del parque residencial.
Habría que multiplicar por 25 la tasa de rehabilitación energética en España para conseguir el objetivo marcado por la UE
En la Unión Europea, el parque residencial representaron el 40% del total de energía consumida y el 36% de las emisiones de 2021. Estas emisiones provienen principalmente de la combustión de gases licuados del petróleo (GLP), gasoil, gas natural y la generación de electricidad.
Las múltiples oportunidades que ofrece la rehabilitación energética le han convertido en una de las estrategias principales del Green Deal de la UE, que busca reducir el 55% de las emisiones de gases de efecto invernadero en 2030 respecto a los niveles de 1990 , y conseguir las cero emisiones limpias en 2050. En la Unión, estas actuaciones se enmarcarán en la Directiva de Eficiencia Energética y la Directiva de Eficiencia Energética en Edificios (EED y EPBD respectivamente, por sus siglas en inglés). Para desplegarse, cuentan con la financiación de una parte importante de los fondos Next Generation EU, repartidos entre los Estados miembros. Pero algunos países como Suecia, Finlandia, Alemania o Reino Unido van más allá, y disponen ya de iniciativas que regulan las emisiones de carbono del ciclo de vida de los edificios.
En España, habría que multiplicar por 25 la tasa de rehabilitación energética para conseguir el objetivo marcado por la UE. El 60% de los edificios catalanes se construyó antes de 1980 – momento en que se empezaron a equipar con sistemas de aislamiento térmico regulados. Sólo el 12% del parque se encuentra en buen estado de conservación; el resto presenta deficiencias leves, importantes o graves. La repercusión en la eficiencia es clara: si los edificios pueden clasificarse en una escala de A a G – de mayor a menor eficiencia – el 85% de los edificios tienen las calificaciones E, F y G. Mejorar la calificación energética de una G a una A puede suponer un ahorro energético del 89%; el margen de mejora es, pues, notorio.
La rehabilitación energética es un instrumento que no sólo permite mitigar el impacto de los asentamientos humanos y hacerlos más resilientes en el cambio climático. También puede desempeñar un papel decisivo en la promoción de la igualdad social y de oportunidades, y la dinamización económica local.
El parque residencial representó el 40% del total de energía consumida en la UE en 2021, y supuso el 36% de las emisiones
Las actuaciones de rehabilitación permiten reducir el consumo de energías de origen fósil a través de la eficiencia energética, como la instalación de sistemas térmicos adicionales en la fachada (como el SATE) y en la cubierta o priorización de las energías renovables . Con beneficios ambientales evidentes: la energía más sostenible es aquella que no se consume. Las actuaciones de rehabilitación energética fuera de los edificios, como la plantación de arbolado, además de los beneficios ambientales, supone una reducción del consumo energético de los edificios, ya que puede obstruir la luz solar y convertirse en un aislante térmico.
La rehabilitación energética promueve también la resiliencia de los asentamientos, con la gestión eficiente de los servicios de saneamiento y suministro de agua o gestión integrada de los recursos hídricos. Por ejemplo, con la aplicación de sistemas de drenaje del agua en el conjunto del ámbito urbano, como los sistemas urbanos de drenaje sostenible (SUDS). Asimismo, ofrece respuesta a situaciones excepcionales como las olas de calor, los temporales u otros desastres climáticos.
Estas mejoras ambientales comportan beneficios para la salud de los habitantes, motivadas por la reducción de emisiones de GHI del aire que respiran, la reducción también de la contaminación acústica, el confort térmico en el interior de las viviendas, y la mejora de la calidad del espacio urbano. Además, al reducir el gasto energético del hogar gracias a una mayor eficiencia, se puede contribuir a paliar las desigualdades de vivienda en las personas con menores recursos, ya combatir las situaciones de pobreza energética. La rehabilitación energética es también una oportunidad para fomentar la economía local, fomentando la contratación de empresas de proximidad.
Los beneficios de la rehabilitación energética son, pues, numerosos y diversos. La naturaleza de este tipo de actuaciones sitúa a las administraciones provinciales, comarcales y locales como agentes dinamizadores clave. Por un lado, porque son capaces de identificar las necesidades ambientales, sociales y económicas de los municipios y abordarlas a través de programas inclusivos y largo recorrido; y por otro, porque pueden solicitar y vehicular las ayudas y subvenciones procedentes de administraciones europeas o nacionales para financiarlas parcial o totalmente.
Para avanzar hacia el desarrollo sostenible son necesarias herramientas que integren múltiples campos. Ya lo expresa el último informe de la AR6; cuanto más profundamente se conoce la interconexión entre la sociedad, el medio ambiente y la economía, mejor se pueden plantear las respuestas a la crisis climática. La rehabilitación energética es pues una herramienta a consolidar.