Ideas clave hacia la neutralidad climática, ahora (1/2)
Estamos en emergencia climática, además de sanitaria. Hace un año lo teníamos muy claro, ahora seguimos insistiendo porque las emisiones de gases de efecto invernadero se han reducido ligeramente este año, pero la concentración de CO2 en la atmósfera sigue creciendo sin cesar.
Foto: Julie Elliott-Abshire
Ahora, subir los impuestos a los carburantes
La fiscalidad sobre los carburantes se ha usado desde los años 1970 como factor para reducir la renta monopolística de los países productores de petróleo. Evidentemente, también actúa como señal de precio para reducir su demanda, por lo que los países importadores de petróleo, sobre todo en Europa, tienen importantes impuestos sobre la gasolina y el gasóleo.
Una visión moderna de fiscalidad incorpora la fiscalidad ambiental, es decir, la integración de impuestos sobre los elementos contaminantes (quien contamina paga) y la reducción de impuestos sobre el trabajo y la renta. La fiscalidad ambiental actúa como mecanismo de corrección de las externalidades ambientales que genera la combustión del petróleo, tanto en forma de emisiones de gases de efecto invernadero (CO2) como en forma de contaminantes locales (NOx y partículas, principalmente). Expertos como Xavier Labandeira llevan años planteando los beneficios de su aplicación en España y su impacto mayoritariamente progresivo o nulo a efectos distributivos.
Hoy en día (octubre de 2020) la gasolina y el gasóleo son muy baratos. Desde hace 8 meses, han descendido el precio a valores que no veíamos desde 2008. Y la Agencia Internacional de la Energía prevé que se mantendrán en este nivel al menos hasta el año 2023.
España tiene uno de los precios de los carburantes más baratos de Europa. El impuesto a los carburantes hace que la gasolina y el gasóleo sean entre un 15 y un 23% más caros en los países vecinos: Francia, Portugal e Italia, sin ir más lejos. Si lo comparamos con el centro de Europa, la diferencia es aún mayor.
Las administraciones necesitan y necesitarán más ingresos para hacer frente a la crisis económica que apenas comienza. Y tiene más sentido subir los impuestos a productos no esenciales como los carburantes que a productos alimenticios o de primera necesidad.
En definitiva, ahora es el momento de subir los impuestos a la gasolina y gasoil. Su repercusión sobre los consumidores será acotada, porque el precio está muy por debajo de lo que lo ha sido en los últimos 10 años. ¿A qué se está esperando?